martes, 23 de agosto de 2011

El Provedor

Por: Sebastián Castro Betancur

“ahí, en el comienzo de la baldosa, estaba la reja cuando compre el proveedor en el año 2007”, es lo que dice don Jorge, el dueño de la conocida “tienda”, señalando con su dedo hacia la entrada del lugar. “en ese entonces era ya un restaurante, lo cual es algo que pocos saben, ya que sólo conocen el servicio de bar que se les ofrece aquí. Aunque en su principio si había sido una tienda de barrio”

Don Jorge es muy enfático con las marcas que dejó la reja, pues estas son la historia del lugar mismo, teniendo en cuenta que a medida que el proveedor cambiaba de dueño, este objeto de seguridad se fue cambiando de posición, hasta la mitad del local, luego hasta las neveras donde guarda sus productos, que en su mayoría son cervezas, y por último optó por quitarla y darle un aire más fresco a su negocio.

“El Prove”, como lo llaman los estudiantes de la UPB y clientes principales de “la tienda”, ha mantenido su nombre como restaurante desde su último dueño, a pesar de que, a juzgar por su apariencia es más un bar que cualquier otra cosa. “Aún se venden almuerzos, y nos son pocos, pero la verdad es que el negocio de las comidas me da más gastos que ganancias”, comenta don Jorge quien sabe que conseguir la licencia de bar le traería más problemas de los que ahora tiene, ya que este lugar está ubicado bajo un edificio de residencia. Y rodeado a su vez por viviendas de estudiantes y familias en el barrio Laureles.

“Nunca me han atracado”, afirma “Yorch”, apodo que con cariño le dieron a don Jorge los jóvenes de la universidad. “Fue por eso que opté por quitar la reja. La verdad si alguien quisiera hacerlo sólo tendría que apuntarme con un arma y la reja no evitaría que esto pasara “. Esta ha sido una de las pocas remodelaciones por las que ha pasado el negocio, además de una pintura de monstruos en la pared que sostiene el televisor ubicada en el lado este del simple lugar. “Para que le voy a meter más plata si los pelaos prefieren hacerse en la acera después de comprar la cerveza y sólo entran a usar el baño o cuando llueve sorpresivamente.”

“En tres años como dueño de este negocio sólo he tenido un inconveniente con los pelaos. Ya que hay unos que compran las cosas en otro lugar y vienen y lo consumen al frente” cuenta “Yorch” quien con una actitud noble y su rostro sonriente termina la historia narrando las disculpas que los jóvenes, con un brindis, le ofrecieron minutos después de la incómoda discusión.

“En el futuro veo El Proveedor como un lugar donde las personas del barrio y, por supuesto, los estudiantes de la Bolivariana, puedan encontrar la más grande variedad de tragos, tanto nacionales como internacionales. Soy consciente de que lo más pedido seguirá siendo la cerveza, por eso quiero surtir las neveras de productos conocidos por los pelaos pero a precios favorables, con el favor de Dios, a precios de estanquillo.”


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